“Habrá una parte de nosotros que no volverá a ser igual”
El primero de los cafés, en este caso virtual, es con Helena Bellod, psicóloga sanitaria, terapeuta Gestalt y directora de la Escuela Gestalt de Cataluña-Girona. Hemos hablado sobre el confinamiento y como puede afectarnos desde una mirada gestáltica; un tipo de terapia humanista y holística que tiene sus inicios en cuarenta y cincuenta. Gracias Helena por este rato compartido, yo tampoco seré la misma después de la experiencia.
– ¿Desde una mirada gestáltica, como nos puede afectar el confinamiento?
Con la Terapia Gestalt hablamos de tres tipos de darse cuenta. El darse cuenta interno es el que pasa de la piel para adentro, como serían todas las reaccionas fisiológicas y emociones que yo puedo sentir: me cuesta respirar y siento miedo. El darse cuenta externo es todo el que es obvio, evidente, lo que pasa de piel hacia fuera y que todos podemos ver: la hoja es de color blanco. Y finalmente, hay el darse cuenta fantasía, que incluye todos los pensamientos, prejuicios, nuestros recuerdos, la capacidad de ir al pasado, en el futuro; la capacidad de imaginarnos cosas y situaciones.
En este periodo de confinamiento, el que veo que está sucediendo por las terapias que hacemos es que la gente acostumbra a irse a la fantasía, imaginándose un futuro incierto. Imaginarnos cómo será el futuro cuando realmente no lo sabemos provoca una sensación de no control. Desde la fantasía, mucha gente tiende a ir hacia la catástrofe: no tendré trabajo, no sé cómo pagaré el alquiler… Todo puede formar parte de la realidad y, a la vez, muchas cosas que nos imaginamos no están pasando.
Lo que nos puede ayudar es atender nuestras sensaciones internas, nuestras emociones; darles el espacio y buscar la manera de regularnos con lo que necesitamos de nuestro entorno. Atendiendo aquello de lo que sí que nos podemos ocupar aquí y ahora, confinados en casa o trabajando, dependiendo de la situación de cada cual. Es decir, diferenciar cuando nos pre-ocupamos y cuando nos ocupamos; puesto que tenemos mucha tendencia a través de la fantasía a pre-ocuparnos de cuestiones de las cuales no nos podemos ocupar.
– ¿Estar informadas de qué manera nos ayuda?
Según la persona. Hay ciertos tipos de personalidad que mantenerse informado los calma. A otros les aumenta la angustia. Aquí habría que ver qué efecto tiene en mí, puesto que no hay una sola manera de hacerlo. Yo misma miro las noticias por la mañana y en la hora de comida y son mis momentos; si no lo hago, me genera angustia porque necesito saber qué está pasando o hacia donde está evolucionando todo un poco. Habrá personas a quienes esto les hará más mal que bien. Si el hecho de estar viendo las noticias hace que se me dispare todavía más la fantasía e implica que me desconecte de lo que siento y de mi entorno -que es de lo que sí que puedo ocuparme- la recomendación sería dejar de mirar las noticias o no mirarlas tanto.
– ¿El tiempo presente parece que se hace más presente?
No estamos acostumbrados a vivir en el presente. De hecho, el presente es poder atender lo que hay en mi ambiente aquí y ahora, en mi casa. Esto es presencia. Puedo atender mis necesidades internas y puedo atender a la persona que tenga al lado; pero no más. Y esto nos lo acota y es del que habla la Terapia Gestalt al fin y al cabo.
«El presente es poder atender lo que hay en mi ambiente aquí y ahora, en mi casa».
– ¿Y el tema de mantener las rutinas?
– El ritmo de vida nos hacen llevar.
Sí. Y el mensaje de fondo que me ha llegado es como una dificultad total de la autorregulación de cada cual. El que está haciendo está agobiado porque está haciendo además no poder y al ser todo telemáticamente, todavía cansa más. Y el que no está haciendo se está sintiendo mal por no hacer. Parece que hagamos lo que hagamos estará mal. Es un desgaste increíble.
– Personas que no están acostumbradas a estar con uno/a misma ni tienen conciencia de sus necesidades, qué mundo que se abre, ¿no?
Sí, es una oportunidad para empezarse a mirar al espejo. Hay gente que está acostumbrada a estar todo el día fuera y este confinamiento los está llevando a lugares que no están acostumbrados a frecuentar.
– ¿Y como se hace esto si no me lo han enseñado nunca? ¿Cómo me miro a mí?
Yo siempre parto de la base de saberse aburrir y, desde allí, poder crear. Desde el aburrimiento puede nacer algo nuevo en mí, una necesidad. Aprender a estar conmigo no quiere decir estar sola, dando vueltas al cerebro, planteándome constantemente quién soy, que hago aquí y hacerme preguntas existenciales. Sería más bien poder escuchar cuál es la necesidad de cada momento e irla regulando. Si ahora estoy sola y me apetece descansar diez minutos, descanso. Si me apetece escribir, escribo. Si me apetece beber agua, bebo agua. Si quiero pintar, pinto. Poder ir escuchando en cada momento qué me apetece; pero para poder llegar aquí hay que salir del automático. Este automático de hacer cosas que hemos intentado seguir con el confinamiento. Tiene que haber un punto donde yo me aburro. Un momento donde pueda decir: ¿y ahora qué hago? Cuando caemos en esta desidia tendemos a torturarnos y a decirnos cosas del estilo: no sabes estar sola. Todo esto se tiene que poder transitar, para que después salgan cosas nuevas. De este vacío, de este aburrimiento, de este «no sé qué quiero». Para saber qué quiero primero tengo que poder contactar con el no saber y salir del automático.
– ¿Un automático muy ligado al futuro?
Y al recuerdo de aquello que me gustaba y creo que me gusta y no he actualizado. Si cada día a las siete iba a hacer yoga, ahora me voy a hacer yoga porque me gustaba; y quizás hoy no me apetece. Sería sano poderlo afinar algo más. No basarnos en el recuerdo de quién éramos, sino podernos actualizar; puesto que en cada momento somos una persona diferente.
– ¿Es una oportunidad para estar más en contacto con el miedo o la tristeza?
Sí. El miedo, la tristeza y la rabia son tres emociones que socialmente no están bien vistas. Ahora empieza a haber un poco de educación emocional y empieza a haber algo más de espacio por todas estas emociones; pero de entrada no están bien vistas. Entonces es muy fácil que haya una idea, un introyectivo o una creencia de fondo, que desde pequeños y socialmente nos esté diciendo que la tristeza no sirve para nada; o que no tenga miedo, “porque no pasa nada”. Sacando importancia a lo que realmente nos está pasando. Si miramos un poco, la etimología de la palabra emoción viene de e-motion, que quiere decir energía en movimiento. Entonces, de alguna manera, la emoción es nuestro impulso en la vida.
– ¿Cómo podemos aprender a gestionar estas emociones?
Para mí es muy importante poder entender que la emoción tiene un proceso; que empieza y acaba. Que no es infinito. Muchas veces tenemos la fantasía de que si entro en la tristeza será infinita, que si entro con el miedo entraré en un pánico que no podré sostener, que si contacto con la rabia casi que puedo matar alguien. Toda emoción tiene un proceso en que sube y baja. Hace como una campana de Gauss. Poder expresar estas emociones permite que la curva se pueda dar; que suba y que baje la emoción para volver a la zona cero, de vacío, hasta que venga otra cosa. Hay mucha gente que se piensa que aquello que realmente nos hace daño es la emoción en sí y no es así. La emoción cuando puede salir es liberadora. Lo que nos hace daño de verdad es la resistencia que ponemos a sentirla. Entramos en una lucha, y esta resistencia de no querer sentirla es lo que realmente nos hace daño. Y confundimos este dolor de la resistencia con la emoción. La idea sería poderle hacer lugar. Si me viene una emoción y tengo ganas de llorar, lloro. Expreso la tristeza, lo escribo, la grito, lo que necesite hasta que pueda hacer su proceso y pueda surgir otra cosa. Si no, me quedo con esta resistencia, haciendo fuerza, y es un desgaste de energía muy importante; que es cuando empiezo a no dormir bien, a no sentirme bien o a tener molestias en el cuerpo.
La emoción cuando puede salir es liberadora. Lo que nos hace daño de verdad es la resistencia que ponemos a sentirla.
– ¿Y qué papel juega el otro en todo esto?
Como madre, por ejemplo, no me negaré las ganas de llorar. Desde la adulta que soy puedo decirle a mi hijo que me siento triste por “x” motivos y que necesito llorar. Es importante dejarle claro que no es culpa suya; porque los niños tienden a hacerse responsables y sentirse culpables del que les pasa a los padres/madres. Como la adulta que soy me puedo hacer cargo y no es una cosa que él tenga que recoger ni siquiera abrazarme; es trabajo mío.
En el ámbito de pareja, es un cambio de mundo. Venimos de unas rutinas y de unos pactos explícitos e implícitos que hasta ahora más o menos nos han ido funcionando; dependiendo de la pareja. Ahora esto es una actualización. Es un volver a empezar, un reset; porque tus rutinas y las del otro han cambiado totalmente y seguramente tus necesidades y las del otro también lo han hecho. Para mí lo más importante es poder explicitar todos los pactos que hay implícitos; ponerlos encima la mesa. Qué se está dando por hecho, como se está funcionando. Por ejemplo, si la madre siempre es quien llega a las nueve del anochecer y el padre es quien se encarga de la cena; ahora que la madre no está llegando a las nueve porque no puede salir de casa, lo tendremos que actualizar. Es un ejemplo muy práctico, pero también sería en el ámbito emocional y afectivo. ¿Qué espacio nos estamos dando como pareja y qué espacio nos dábamos antes? Sería ir actualizándonos, explicitando estos pactos implícitos que tenemos.
– ¿Es una oportunidad de autorresponsabilizarte? Parece que tenemos menos excusas.
Sí. Y a la vez cada cual encontrará su mecanismo o ajuste por no hacerlo. Desde la Gestalt hablamos de ajustes o mecanismos que nos ayudan a sobrevivir. Son maneras que tenemos de contactar y, a la vez, evitar el contacto. En función del momento y de la situación que vivimos será más o menos adaptativo.
Por ejemplo, habrá gente que lo proyectará hacia fuera y les será muy fácil enfadarse con su jefe porque tendría que haber hecho aquello y no esto, con los del gobierno o con su madre porque lo está llamando cada día.
Todo ello puede ser una manera de desviar y no actualizar qué es lo que necesito yo en cada momento; para evitar contactar con este vacío o con este aburrimiento que hablábamos; con estas emociones que no nos son agradables y que a la vez son muy necesarias. Así evitamos autorresponsabilizarnos de lo que nos pasa.
– ¿En qué consisten estos ajustes y como nos pueden ayudar?
Los introyectos son ideas o creencias que me he tragado sin digerir desde muy pequeña y de las cuales no soy consciente. Lo importante es que las podamos hacer conscientes. Cuando hablaba que hay una sobre actividad fácilmente en el trasfondo esté actuando la creencia de que se te valora por el que haces y no por el que eres. Esto no nos está ayudando porque llegará un punto en que mi cuerpo y yo estallaremos. Hay momentos en que necesito simplemente no hacer nada. A la vez, los introyectos, nos ayudan a vivir de una manera adaptativa socialmente. Es la manera como yo percibo y aprendo del mundo y del otro; la educación, los cursos que hacemos, todo está formado por introyectos. El hecho que yo vaya por la calle y me pare con el semáforo en rojo es una creencia, una idea que me ayuda a adaptarme en este mundo social. Ahora estamos viviendo un cambio importante. Y muchas creencias que hasta ahora nos funcionaban puede ser que a través del confinamiento nos dejen de funcionar. Es importante ir poniendo conciencia a cuáles son estas creencias de fondo que están actuando en mí para poderlas soltar o poderlas coger en caso de que me sirvan.
Otro mecanismo o ajuste es la proyección; que es poner en el otro lo que yo no sé aceptar de mí, sea agradable o desagradable. Con la situación actual la proyección nos puede ayudar mucho a empatizar con el otro. A proyectar cómo se debe de estar sintiendo una persona, qué puede necesitar y, desde aquí, ayudarnos a tener algo más de conciencia social y podernos acompañar.
Otro mecanismo o ajuste es la retroflexión. Es energía que tendría que ir hacia fuera y acaba yendo hacia mí misma: la energía no desaparece sino que se transforma. Estoy muy enfadada y en lugar de expresarle a la persona aquello que me ha pasado, me lo trago y me quedo con este run–run que me acaba produciendo dolor de estómago o dolor de cabeza. La retroflexión, en estos momentos y sobre todo en una relación de pareja, puede ser nefasta. Es importante que pueda exteriorizar el que siento. Y tampoco puedo estar todo el día, veinticuatro horas, haciéndolo. Es importante que haya una regulación. El que nos permite la retroflexión es la capacidad de retirarnos, la capacidad de estar con nosotros mismos, de reflexionar, de masticar y digerir lo que me está pasando. Y también es una fuente de creatividad.
Encontramos también la insensibilización: dejo de sentir lo que está pasando en mi cuerpo, la necesidad que tengo y “echo millas”. En estos momentos, es muy necesario saber qué necesito para poder ir actualizando este confinamiento y no disparar la fantasía. Insensibilizarme puede jugarme en contra y puede ser un mecanismo de evitación de contacto. Pero, en cambio, para un médico que está a primera línea puede ser muy útil, puesto que no puede dedicarse todo el día a llorar las muertes; se tiene que insensibilizar y la ayuda. O en una situación de emergencia o de riesgo nos puede ayudar a sobrevivir, individualmente y como especie.
– Tema delicado. ¿Cómo se interrumpe el proceso de luto cuando no puedes ser físicamente?
Se activa la fase de la negación; “si no lo veo, no lo creo,” que ya forma parte de una fase del luto. Si encima es con esta distancia, no puedo despedirme y no puedo vivenciar como está marchando esta persona es más fácil que me quede ahí enganchado. Sé que la persona está en el hospital, que no está bien, que se ha muerto. Lo sé pero o lo he visto, no lo he palpado, no lo he vivido. Y aquí se puede cortar el proceso. Casi quedo en un estado de choque de no querérmelo creer; una negación más persistente. La emoción se queda flotante. Es aconsejable en estos casos poder hacer un ritual de despedida por aquella persona. Con fotos, escritos, con cosas de aquella persona, con lo que cada cual sienta. Y, cuando se pueda, acercarnos a todo el que sería el tanatorio y recoger las cenizas o lo que sea. Y allí, acabarlo de cerrar, cuando se pueda, como una cosa más palpable. Los rituales vienen de las culturas más antiguas y no lo hacían en vano. Es una manera de acompañarnos.
– Hay personas que están haciendo el luto y el ritual, pero que no lo pueden compartir. ¿Cómo encaja aquí la soledad?
Es muy importante en el proceso del luto poder situar una línea temporal. Quizás no tanto al inicio, cuando estamos más en choque y negación. Pero sí cuando van pasando los días. En estos casos se podría escribir una carta a la persona que ha marchado. Y es muy importante que esta carta le lea a alguien que me esté validando la experiencia; porque a veces cuando sentimos y estamos en estados emocionales tan bestias es muy importante que haya un testigo que lo valide. Es el que me ayuda a ver que esto empieza y acaba. Me ayuda a ver que esto está pasando. Escribir una carta a esta persona, leerle a alguien porque esta persona ya no está o mirar de tener contacto, aunque sea en línea o por teléfono y hablar de esta persona; de todo lo que recuerdo, todo lo que vivimos, todo lo que sentimos. Y si es con alguien que también la conocía, mejor.
Hay detalles que muestran que de alguna manera emocionalmente nos hemos quedado allí: hablar como si la persona todavía existiera o el hecho de mantener la habitación como si todavía estuviera. Por eso es tan importando que hagamos cosas que tengan un principio y un fin.
– Qué sentimiento contradictorio. Pérdidas, personas desbordadas en primera línea y una oportunidad única para poder estar con nosotros.
Se pueden integrar las dos partes. Hay gente que está perdiendo familiares, gente que está muriendo, personas triplicando sus horarios de trabajo y que se lo están jugando cada día. Todo esto es una realidad que está pasando y otra es aprender a valorar las cosas, sentirse agradecida.
– ¿Cambiarán los valores?
La primera semana del confinamiento hacíamos muchas bromas, todo eran memes. Ahora que ya llevamos más semanas esto no está pasando. Hemos pasado de hacer bromas, de un sentimiento casi de liberación y celebrar tener tiempo, en una sensación más de angustia, de incertidumbre, de «qué pasará».
Creo que todavía nos falta alguna fase más para vivir, pero pienso que estamos viviendo un proceso de luto social, de despedida de muchas cosas. No tan solo de mi rutina, sino de la vida que llevaba hasta ahora. De cómo era mi manera de pensar, de enfocar. Estoy segura de que los valores de muchas personas están cambiando. Al menos a mí me está pasando. Necesitaba un sueldo mínimo de “x” dinero para poder sobrevivir y ahora veo que con mucho menos puedo vivir. Y me doy cuenta como nos podemos llenar la cabeza de cosas creyendo que las necesitamos cuando realmente, cuando nos toca estar con nosotros, vemos que hay algo que cambia profundamente. Ya no pongo tanto la mirada afuera sino adentro. ¿Qué necesito yo realmente? Ahora parece que si podemos salir a la terraza y que nos toque un poco el sol sea media vida, cuando antes poca gente lo valoraba; no nos permitíamos el espacio porque esto pasara, valorando las pequeñas grandes cosas de la vida.
Nos falta alguna fase más para vivir, pero pienso que estamos viviendo un proceso de luto social, de despedida de muchas cosas.
– Dentro de este cambio de valores y de introspección que comentábamos, habéis abierto la puerta a las recomendaciones literarias y de películas.
Sí. Desde la escuela hemos hecho todo un apartado de bibliografía con unos cuantos libros que entre todos hemos recopilado y que creemos que pueden ser interesantes para ahora, antes o después del confinamiento. Con la filmografía igual. Hemos hecho un listado de películas que hablan de diferentes tipos de trastornos y donde se pueda ver cómo es cada uno de ellos; porque hay mucha gente que no sabe cómo se manifiestan los trastornos. Otros tratan de LGTBIQ y otras temáticas en esta línea de expansión de conciencia.
– Retomando el tema de la soledad, tanto individual como social, ¿crees que el hecho de tener contacto humano marca la diferencia de un confinamiento?
Fruto de esta sociedad capitalista/individualista, hay la creencia que lo tenemos que hacer a solas. “Tenemos que ser autosuficientes”, y esto es humanamente imposible. El ser humano es social por excelencia e igual que el cuerpo necesita nutrientes para alimentarse, las emociones necesitan relaciones de calidad. Cuando en Gestalt hablamos de sostenerse, no quiere decir que hayamos de pasarlo solos. Hablamos de la capacidad que tengo yo de poder estar en este presente y atenderlo. Atender la emoción con lo que tengo en mi entorno más inmediato. No es tanto, me dejo solo y me voy a “destrozar” emocionalmente. Si puedo llamar alguien y hacérmelo más fácil, también me estoy autososteniendo; que no quiere decir que le tenga que exigir, pero sí que lo puedo pedir. A veces están disponibles, otras no.
Igual que el cuerpo necesita nutrientes para alimentarse, las emociones necesitan relaciones de calidad.
– Existo porque hay otro que me hace existir. Y ahora mismo, si no fuera por la pantalla, no tendría contacto. Somos seres supersociales y la situación nos lleva a la polaridad.
Somos seres muy sociales y para que haya contacto tiene que haber retirada. Esto es inherente en el proceso de socialización. Si no, entramos en un proceso de confluencia donde yo me pierdo con el otro; donde confluyo con lo social, con la paranoia, y ya no quiero hablar con nadie aunque sea a cinco metros. Para yo poder estar en contacto contigo, hay una parte de mí que deja de estar en contacto conmigo. Y necesito esta retirada de volver a mí para después poder volver a contactar contigo. Ahora mismo, hay mucha gente que se está encontrando en una retirada totalmente forzosa, que, por una parte, nos puede ayudar a ser más creativos, capaces de escucharnos, de reflexionar, de estar con nosotros, y a la vez; si se prolonga en el tiempo, depende de cómo sea la persona, puede llevar más problemas emocionales; encontrar que tengamos incluso miedo de salir a la calle o contactar con gente con quien antes hablaba cada día en el ascensor. Es importante que podamos ir regulando en qué momento necesito contacto y en qué momento no. Poner la mirada en mí, darme cuenta internamente, una vez más, para ver qué es lo que necesito y no quedarme aislado. La retirada tiene que existir para que el contacto sea sano. Es importante que podamos seguir manteniendo el contacto-retirada aunque sea a través de una pantalla, regulando los espacios, no obligándome ni forzarme.
Es importante que podamos seguir manteniendo el contacto-retirada aunque sea a través de una pantalla, regulando los espacios, no obligándome ni forzarme.
– ¿Mantenerse en este contacto-retirada con los amigos y la familia sería una manera para hacer el confinamiento más llevadero?
Que podamos hablar con los amigos y la familia, sin forzarnos, está muy bien. Lo más importante para mí es que podamos hablar con alguien a quien yo denomino «un buen amigo/amiga». Alguien con quien pueda hablar de verdad, desde el corazón; en contacto directo con “lo que hay”. Alguien con quien me pueda abrir realmente. Que me sienta escuchada, sostenida, acompañada.
– Ya para terminar, ¿crees que volveremos a estar igual después del confinamiento?
Creo que depende del proceso que haya hecho cada cual. Un médico que ha estado trece horas trabajando con todo el miedo de poderse contagiar porque no tiene los recursos necesarios para protegerse se planteará muchas cosas después de esto. Y los que hemos tenido la suerte de estar en casa, pudiéndonos sentir algo más y planteándonos preguntas más existenciales y más profundas, también habrá una parte de nosotros que no volverá a ser igual. También sé que somos mucho de costumbres y que fácilmente cuando se acabe el confinamiento el automático saldrá. El ego quiere sobrevivir igual que nuestra esencia y es un trabajo que tendremos que hacer entre todos. ¿Hace veinte años quienes se pensaba que reciclaríamos en todas las casas? Despacio lo hemos ido haciendo. Quiero confiar que esto pueda pasar también después del confinamiento.
Entrevista de Magda Castillo a Helena Bellod, Psicóloga Sanitaria y Terapeuta Gestalt, Miembro titular de la AETG, directora de la Escuela Gestalt de Cataluña-Girona.
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